Tras la partida de mi tío Daniel, comprendí el verdadero valor de pertenecer. En esta reflexión hablo sobre la necesidad humana de tener vínculos reales, de cultivar amistades y comunidades que nos acompañen. Nadie debería estar solo; todos necesitamos un lugar donde sentirnos parte.
Hoy despido a mi tío Daniel, un hombre que dejó huellas de amor en cada caja y en cada recuerdo que enviaba desde lejos. Esta reflexión es un homenaje a él y una invitación a valorar a nuestros familiares mientras están vivos, a no dejar los abrazos ni las llamadas para después.